Nació en esta capital el 8 de junio de 1816. De sólo 10 años de edad, en 1826, ingresó en el colegio de Minería y en 1834 recibió el título de ingeniero topógrafo. Atraído por la vida pública, inició su carrera política como secretario del gobierno de Puebla. Después fue ministro de Fomento, miembro de la Comisión nombrada por Maximiliano para presentar un proyecto de división territorial y luego subsecretario de Fomento. A esta última circunstancia se debió, seguramente, la vida paupérrima que le arrancó la frase hoy famosa: “Cuando tengo tiempo [para sus estudios], no tengo pan; cuando tengo pan me falta tiempo”, pues el gobierno republicano lo sentenció a cuatro años de prisión y 4 000 pesos de multa, y por mucho tiempo sufrió las molestias que los “liberales” impusieron a los “conservadores” vencidos.
Orozco y Berra fue uno de los sabios más eminentes que ha tenido México. Geógrafo, lingüista, paleógrafo, historiador, dejó obras que cada una por sí le habría dado fama y renombre al que también fue director del Museo Nacional y catedrático de historia en la Escuela de Minería. En efecto, su Geografía de las lenguas y su Historia antigua y de la conquista de México, por ejemplo, son verdaderos monumentos para conservar su memoria; pero es incontable la labor que realizó para el Diccionario universal de historia y geografía y para el “Apéndice” (3 vols.) al mismo diccionario. En 27 de enero de 1881 falleció en esta ciudad el meritísimo hombre de letras que fue una de las más altas personalidades con que ha contado la Academia.